Las deudas tiene un sonido. Para nuestra protagonista, ese sonido era el timbre del teléfono. Cada llamada era un vuelco al corazón, el miedo paralizante a una nueva reclamación, a una amenaza de embargo, a la voz metálica de un recobrador exigiéndole un dinero que ella necesitaba para comprar leche y pañales.
Su historia es la de miles de personas invisibles. En 2014, tras un divorcio traumático, su vida se rompió en pedazos. De tener una existencia tranquila, pasó a la soledad más absoluta frente a las facturas. Se vio obligada a mudarse, cargando ella sola con todas las deudas de una vida anterior que se desmoronaba.
La situación: una mujer de 52 años, teleoperadora con un contrato parcial, ganando apenas 950 euros al mes. Con ese dinero, debía pagar un alquiler de 500 euros y gastar otros 150 euros en transporte para poder ir a trabajar cada día a Jerez.
Las cuentas no salían. Le quedaban 300 euros para vivir. Pero ella no estaba sola. En su casa, bajo su único amparo, vivían sus dos hijos desempleados y una nieta de tan solo un año. Cuatro bocas y una sola nómina precaria. La desesperación la llevó a tocar fondo, viéndose obligada a pedir auxilio a los Servicios Sociales para no desfallecer.
Lo intentó todo para pagar. Fue al banco, suplicó una reunificación, pidió auxilio para reestructurar los préstamos. ¿La respuesta de la entidad? Un «no» rotundo y frío, alegando que sus ingresos «no habían cambiado», ignorando que su realidad familiar se había vuelto un infierno.
Cerradas todas las puertas, cayó en la trampa mortal: tirar de tarjetas de crédito y microcréditos rápidos simplemente para pagar la luz, el agua o la comida. Era una huida hacia adelante. Una bola de nieve de intereses abusivos que transformó su vida en una condena de mas de 14.000 euros. Se enfrentó al dilema más cruel que puede sufrir una madre: ¿Pago la letra del banco o le doy de comer a mi nieta?. Ella eligió a su sangre. Y el sistema la castigó por ello, persiguiéndola con demandas y juicios monitorios que le quitaban el sueño.
Cuando llegó a nuestro despacho, era una mujer agotada, consumida por la ansiedad de años de lucha estéril. Pero nosotros vimos lo que los bancos se negaban a ver: una «deudora de buena fe». Una trabajadora honesta a la que la vida había golpeado con fuerza.
Llevamos su grito de auxilio ante los Tribunales. Peleamos contra la incomprensión y expusimos la crudeza de su realidad. Y la Justicia ha respondido con contundencia. El Juez ha dictado el Perdón Definitivo. En un auto que sabe a gloria, se le ha concedido la Exoneración del Pasivo Insatisfecho.
Esos mas de 14.000 euros que la asfixiaban se han evaporado. Las deudas con bancos, compañías de teléfono, prestamistas y la eléctrica han sido canceladas legalmente. Ya nadie podrá embargar su nómina. Ya nadie podrá llamarla para amenazarla. Después de diez años de oscuridad, esta abuela coraje ha vuelto a ver la luz.
Este caso no es solo una sentencia, es un mensaje de esperanza. En RIVERIEGO ABOGADOS entendemos que detrás de los números rojos hay personas que sufren, familias que se rompen y noches sin dormir. No te juzgamos, te defendemos. Cuando el banco te cierra la puerta y sientes que el mundo se te cae encima, nosotros somos el muro de contención que necesitas. Hemos devuelto la vida a esta familia y podemos hacerlo contigo.



