Hay rutinas que sostienen nuestra vida cotidiana, pequeños rituales de seguridad como bajar a comprar el pan un domingo por la mañana. Para nuestra representada, esa tranquilidad se rompió abruptamente una mañana de septiembre. Lo que debía ser una espera más en la cola de la panadería se convirtió en un episodio de dolor y angustia que ha tardado casi tres años en cerrarse.
El Juzgado de Primera Instancia N.º 7 de Jerez ha dictado una sentencia que va más allá de la indemnización económica: es el reconocimiento legal al sufrimiento de una mujer a la que, además de las heridas, se intentó culpar de su propia desgracia.
Aquel domingo, nuestra representada esperaba su turno fuera del establecimiento. La normalidad se quebró cuando la esposa del demandado, llegó con un perro de agua marrón y entró al local, dejando al animal suelto en la vía pública, sin atar y sin supervisión.
Según el relato probado en la sentencia, la situación se tornó incontrolable en segundos. El animal comenzó a «corretear» alrededor de nuestra representada, la derribó al suelo y, en medio de su indefensión, le mordió en el codo. La empleada de la panadería que acudió en su ayuda, describió ante la jueza la escena de una mujer entrando asustada al local, con «sangre fresca» en el brazo y buscando refugio.
El fallo judicial pone de relieve el calvario médico que siguió al ataque. No fue un simple susto, como trató de minimizar la parte contraria. Nuestra representada tuvo que someterse a un tratamiento con antibióticos durante un mes, recibir la vacuna antitetánica en dos ocasiones y tomar medicación para la ansiedad, fruto del impacto emocional del suceso.
La Jueza, reconoce las secuelas de aquel día: una cicatriz en el codo que le recordará siempre el incidente y 15 días de perjuicio personal hasta lograr sanar las heridas.
Quizás la parte más dolorosa del proceso judicial fue escuchar la defensa del dueño del perro. Lejos de asumir la responsabilidad por dejar a su mascota suelta, algo prohibido por la normativa, argumentaron que fue nuestra representada quien provocó al animal al «manotear» para espantarlo, llegando a negar incluso que existiera mordedura, calificándola de simple «erosión» por la caída.
La sentencia es tajante al desmontar esta versión, protegiendo la dignidad de la víctima: «No puede deducirse, ni mínimamente, que con una actitud suya hubiera intervenido en la acción del perro». La magistrada subraya que nuestra representada estaba «tranquilamente» esperando su turno y que la caída y la mordedura son culpa exclusiva de la negligencia del dueño.
Finalmente, la justicia ha dado la razón a nuestra representada. El dueño del animal ha sido condenado a abonar 1.351,64 euros, además de los intereses y las costas del juicio.
Más allá del dinero, esta sentencia cierra una herida moral. Confirma que los ciudadanos tienen derecho a caminar seguros por su ciudad y que la irresponsabilidad de dejar un perro suelto, por muy breve que sea el momento, tiene consecuencias reales sobre la vida de los demás. Nuestra representada ya puede pasar página de aquel domingo que nunca debió ocurrir.
Cuando intentaron convertir a la víctima en culpable alegando que ella había provocado el incidente, en RIVERIEGO ABOGADOS lo tuvimos claro: nosotros sí la creímos. Asumimos su defensa con la firme convicción de restablecer su verdad, luchando incansablemente para desmontar las excusas contrarias y demostrar ante la Justicia que el único peligro real fue un perro suelto y sin control en la vía pública. Logramos acreditar que ella jamás provocó al animal, devolviéndole no solo la compensación que merecía, sino la dignidad de quien se sabe inocente.



